FREAKOUT



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Lados B (FREAKOUT) texto por Juan Alberto Conde
En América Latina nuestros ochentas fueron los noventa. En los noventa, el humor ácido, directo y enfermizo del comic underground se convirtió en un producto masivo y semanal de mano de los Simpson. En los noventa el Hard Rock ochentero se convirtió en una caricatura graciosa e inocente que el emergente grunge se encargó de ridiculizar, para ver su renacimiento algunas décadas después, mientras que todas las-- versiones del post-punk se mantenían en su sana dispersión hasta su resurgimiento contemporáneo. En los noventa, para muchos una década perdida (como lo fue, en los noventa, la valoración que se hizo de los años ochenta) pudieron convivir un neo-hippismo y un neo-punk que finalmente colapsaron juntos en la diáspora pop de años posteriores. Pero en los noventa también se empezaron a fusionar y a revalorar los géneros menores del cine, gracias a los pastiches de Wes Craven, a las secuelas interminables y tardías de los asesinos en serie y los zombies de los ochenta, y a su difusión masiva en los canales de televisión. En los noventa volvimos a escuchar de Charles Manson y de Anton Labey, y las iglesias evangélicas propiciaron el renacimiento del satanismo. En los noventa grupos como Pixies, Fugazi y Sonic Youth salieron de las cloacas de los últimos eighties y enrarecieron los bares llamados “alternativos” en el tercer mundo. En los noventas también Peter Bagge, Dan Clowes, Charles Burns, Julie Doucet y otros reinventaban el cómic alternativo. Y en los noventas el MTV latino se erigió en una fuerza extraña y momentánea que tradujo ese ímpetu de transgresión domesticada en un curioso y breve episodio de sana hibridación. Incluso alcanzó a ser en los noventa que llegó la triple w y transformó el paisaje cultural del globo entero (y en el trasfondo de todo esto latían los viejos setentas, los que nos entregaron la transición del hipismo al punk).


Pero también en los noventa llegó a nosotros la cultura subterránea que venía creciendo al margen de los medios masivos en todo el orbe. La cultura de los fanzines, hoy en día llamados zines con el cariño de quien le acorta el nombre a un amigo, arribó a nuestras tierras, con algunos antecedentes previos, de mano de precursores de nuestro temprano underground. Sin embargo, el Zine es mucho más antiguo, como nos recuerda Stephen Duncombe:


Moldeado por la larga historia de las prensas alternativas en los Estados Unidos, los zines como un medio autónomo y distintivo nacieron en los años treinta. Fue entonces cuando los fanáticos de la ciencia ficción, generalmente a través de clubs que ellos mismos fundaban, comenzaron a producir lo que denominaron “fanzines” como una manera de compartir relatos de ciencia ficción y comentarios críticos, y como una manera de comunicarse con otros. Cuarenta años después, a mediados de los setenta, la otra influencia definidora de los zines de la era moderna comenzó cuando los fans de la música punk, ignorados por -y críticos de- la prensa musical oficial, comenzaron a imprimir fanzines acerca de su música y de su escena cultural. Al principio de los años ochenta estas dos corrientes, reunidas por pequeñas corrientes de publicaciones creadas por fans y otros géneros culturales, auto-editores inconformes, y remanentes del disenso político impreso de los sesentas y setentas, fueron integrados y se nutrieron mutuamente a través de listados y reseñas en redes de zines como Factssheet Five. Cuando el “Fan” fue retirado del “zine”, y cuando su número se vio incrementado exponencialmente, una cultura de los zines se desarrolló finalmente (Duncombe, S. [2008]. Notes from the Underground. Zines and the Politics of Alternative Culture. p. 11).


Aunque el grito de guerra de los Dead Kennedys no haya dejado de ser cierto y necesario (MTV, Get out the air!) del MTV de los noventa, precisamente, quisiéramos recordar aquí un espacio que nos remite a toda una dicotomía, la cual hoy en día no tiene sentido: un programa que empezaba muy tarde, tal vez después de la medianoche, y que tenía por título Lado B. En este magazín una presentadora pelirroja (arquetipo de las actuales suicide girls), alternada con otros ilustres desconocidos, difundía videos y canciones de grupos por entonces desconocidos y extraños, que hoy en día llamarían indies, si no fuera porque el indie de los noventa era algo multiforme y contradictorio, no un estándar rítmico y melódico. Se llamaba lado B por aquella presuposición, exclusiva de la tecnología del vinilo y el casete, de que había una cara de los medios de registro sobre la cual se imprimían los hits garantizados por el mercado, y otra en la que se confinaban los temas mediocres o difíciles de digerir. Así, MTV heroizó el lado B, como también sucedió en otros ámbitos con el cine de serie B, aquel que se proyectaba como un apéndice menor y subsidiario de las películas más taquilleras. Y los zines y la cultura underground han operado como el Lado B de la cultura pop.


A pesar de lo específico de esta dicotomía, hoy en día sin sentido en la era del mp3, la oposición se puede extrapolar a la cultura entera: en el Medioevo el cristianismo nos hizo entrar en el régimen histórico de una temporalidad lineal, mientras que el paganismo y el esoterismo se dieron mañas de sobrevivir y explotar en el renacimiento, manteniendo una atemporalidad mítica subterránea. En el siglo XIX el positivismo y el simbolismo crecieron a un tiempo; la cultura alemana nos dio a un Kant y a un Nietzsche, y los británicos nos dieron a los Sex Pistols y a las Spice Girls.


Hoy en día, sin embargo, estamos más allá del bien y del mal. Las dicotomías se acabaron, aunque el lenguaje binario rija en lo más profundo de nuestras estructuras tecnológicas. Hoy en día cualquier forma de transgresión o marginalidad anterior parece inocente, ingenua, porque está replicada y multiplicada en stickers, pantallas, interfaces, cuadernos escolares, loncheras y campañas promocionales. Hoy en día la crueldad es un producto masivo, la abyección es una condición respetable y el humor negro es una estrategia política. Y es algo mucho más complejo que la banalización o domesticación de la rebeldía, de la que tanto se habló en décadas anteriores. Es una auténtica inversión de todos los órdenes, de todos los dominios simbólicos.

Por eso, aunque hoy en día veamos tiernas ardillitas y ositos decapitados por doquier, calaveritas rosadas y banderas piratas multiplicadas en estampados y patrones textiles, zombies y momias en versión animada y miembros amputados y chorros de sangre en las comedias románticas, aunque hoy en día MTV sea el lugar de los realities adolescentes y VH1 nos haga añorar los ochenta como la auténtica década donde ocurrió todo lo mejor y lo peor de la cultura pop, estamos presenciando el triunfo del lado B, ahora pluralizado, que los noventa nos enseñaron a amar y a replicar. Y como el arte también tiene un Lado B (y una serie B, e incluso su propia serie Z) esta exposición es un homenaje, un pastiche, un reencuentro, de múltiples lados B, donde por un momento, vuelve a ser realidad el cambio de casete, la vuelta del disco a la cara que muchos no ponen nunca, pero que otros disfrutan con orgullo.




LOS PIRAÑAS Y BOQUISUCIA


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LOGICA DE PATOS Liliana Cuca


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CIERRE 2010 FERIA Y BISTU NOISE

ENTREVISTA A BISTU ///cierre 2010 espacio 101 from espacio101 on Vimeo.

Cierre espacio 101* 2010 * from espacio101 on Vimeo.

LAS NUBES NO SON AZULES LAS ROSAS NO SON MAGENTA

10 LINEAS DE 100 PUNTOS



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VISITACIONES Leo Espinosa y jim pluk

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RUINAS, RUINAS, RUINAS Juan Ramirez



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RASTROS DE TINTA


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SARA Y ALASKA jim pluk


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ALTER MUNDUS Paula Tejada






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